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En la provincia de Granada, entre 12 y 15 invidentes utilizan un perro guía de la ONCE para desenvolverse con más autonomía, una ayuda que va más allá puesto que la convivencia entre el dueño y su can crea un lazo de cariño inimaginable.
Desde que el perro nace hasta que se convierte en la mirada del dueño asignado, hay un largo proceso en el que intervienen familias de acogida e instructores de entrenamiento. "Cuando el perro nace se entrega a familias colaboradoras, los denominados puppy walkers, que se hacen cargo de él aproximadamente un año para que se habitúe a los humanos.
Cuando se les retira a las familias, pasa a la escuela de la Fundación Once del Perro Guía donde realizan el entrenamiento, con una duración en torno a un año, para aprender a guiar al futuro usuario", explica Miguel Ángel Martínez Merchante, técnico de rehabilitación de la ONCE en Granada.
El usuario también tiene que reunir una serie de características y requisitos para una compenetración perfecta con el perro guía. No todos necesitan o valen para disponer de este servicio por lo que se suele realizar una serie de informes médicos, psicológicos y sobre la movilidad del usuario solicitante.
"El proceso de concesión del perro guía viene estipulado por una serie de normativas de la ONCE. Uno de los requisitos principales es que estas personas tengan hecho un programa de rehabilitación, es decir, que sepan manejarse con un bastón blanco. A partir de ahí se hacen unas valoraciones a nivel social, psicológico, médico y de movilidad donde se valora el grado de autonomía", informa el técnico.
Razas seleccionadas
El trabajo de un perro guía es una de las labores más complicadas que se le puede pedir a un animal. Pensemos que, de manera natural, los perros responden a una serie de instintos que condicionan sus acciones. Un buen perro guía debe tener estos instintos minimizados para realizar bien su labor y esto se consigue trabajando todas las etapas de su vida, incluso antes de su nacimiento a través de la selección de sus progenitores. La Fundación Once del Perro Guía trabaja fundamentalmente con tres razas caninas: labrador, golden retriever y pastor alemán. Los animales de estas razas, y cruces entre ellas mismas, son muy adecuados para la función que de ellos se solicita, buscando en todo momento un correcto equilibrio temperamental.
Ossane es una perra guía, mezcla entre labrador y golden retriever, que lleva cuatro años sin separarse de su dueño Carlos Marín, un discapacitado visual que trabaja de agente vendedor y presidente del comité de empresas en la Fundación ONCE de Granada. "Hace cuatro años me llamaron para comunicarme que tenía que ir a por el perro. Fui a la escuela de la Fundación en Madrid y, después de tres días allí, dándonos las instrucciones de cómo iban a ser las cosas, las pautas y demás, me trajeron a un perro que cumplía con mi perfil...Ella", recuerda Carlos su primer contacto con Ossane. " Y te encuentras con eso, con el gustazo de que todo, todo...en el sitio en el que nunca me soltaría del brazo de un acompañante, vas cogido de un perro y dices: esto es mío", afirma orgulloso nuestro entrevistado mientras su recuerdo viaja al momento en el que entró con Ossane, por primera vez, a unos grandes almacenes.
Este auxiliar de movilidad crea un apoyo indiscutible en el que se fragua el respeto y la lealtad. Ossane, además de constituir una gran ayuda para la movilidad cotidiana de Carlos supone una protección para él porque sabe que siempre se encuentra bajo la atenta mirada de su ayudante y compañera. "El perro está enseñado a proteger, y te desobedece inteligentemente para hacerlo". Lo notó nada más llegar con Ossane a su casa cuando ésta atrancaba el pasillo que se dirige a la escalera para evitar que su dueño se precipitara por ellas sin querer , y "te das cuenta de esos detalles y piensas: no me quita ojo".
Gestos y acciones que forman parte de la extraordinaria labor que día a día ofrecen estos animales. Pero como todo trabajador, los perros guías tienen horario de trabajo y tiempos de descanso. Estas pausas varían según la raza del perro pero oscilan entre los 20 y 40 minutos si se encuentran realizando una acción costosa como, por ejemplo, caminar por la calle avanzando hacia la dirección indicada, evitar obstáculos y asegurarse, en todo momento, que el recorrido es el más favorable para su dueño.
La buena conducta se premia
Es un animal entrenado para obedecer pero es necesario motivarlo y reconocer su labor ya que asimilará que lo está haciendo correctamente y, a la vez, se sentirá más feliz. "No hay cosa que más le guste que las escaleras del Corte Inglés. Si yo le doy la orden de que suba, ella subirá; pero cuando le pregunto ¿Ahora qué hacemos: subimos o bajamos? Levanta las orejillas y se vuelve loca", relata Carlos mientras acaricia el lomo de Ossane que no se ha separado de sus pies desde nuestro encuentro.
Entre el usuario y el perro guía existe un lenguaje verbal para que se compenetren de la mejor forma posible. Aunque muchas veces se crea un lenguaje mucho más profundo, basado en el tacto y en las sensaciones, un lenguaje perceptivo. "Si yo me pongo en tensión, ella se pone en tensión. Si me encuentro entre mucha gente y me agobio, Ossane para, ventea con la cabeza e intenta que cambiemos de acera", explica Carlos y que suele responder a la buena conducta de su perra tocándole las caderas con el arné. "Es nuestro lenguaje de que todo va fabuloso", asiente.
Por lo general, el afecto se da por ambas partes. No solo es el usuario quien siente cariño por el perro sino que éste realiza su labor sin sentirla como una obligación. "Ella no lo entiende de otra manera, su misión soy yo. Oye sus correas y acude a mí enseguida", explica Carlos mientras nos demuestra la alegría de Ossane cuando lo ve que sujeta su arné de trabajo.
Estos perros también tienen su jubilación. Cuando el perro guía se da de baja por la pérdida de sus capacidades o enfermedad, el usuario decide si quedárselo o devolverlo a la Fundación. Carlos lo tiene decidido: "Se queda conmigo, lo tengo más claro que el agua. Es tanto lo que nos entendemos...".
No obstante, en el momento en el que se jubila el perro hay una prioridad inmediata en otorgarle al usuario otro perro guía. Se intenta que la persona no sienta la ausencia de esa ayuda para la movilidad. La necesidad cubierta por otro perro guía es respetada por el jubilado que, de alguna manera, llega a entender que su misión como auxiliar de movilidad ha terminado. "Llega un momento en el que el perro jubilado cede su cieguito al nuevo perro y se conforma con el cariño", finaliza Carlos mientras Ossane, como si lo hubiese entendido todo a la perfección, apoya su hocico en las piernas de su dueño.
Fuente: Ángela Gómez Anaya
Granadadigital.com
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El perro guía, más que un auxiliar de movilidad |
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